Campeones mundiales de los valores. La selección argentina de Lionel Scaloni y Lionel Messi le sumó al talento la cultura del orden, la sobriedad, el respeto y el trabajo
Es Fiesta total en las calles. Pero no fue por casualidad. La selección de Lionel Scaloni cultivó los mejores valores humanos como base para él éxito del extraordinario talento natural. El triunfo y la gloria vinieron de la mano de la cultura del orden, el respeto y el trabajo. Los jugadores exhibieron el mejor trabajo en equipo, la solidaridad, la presencia de ánimo, el compromiso, el sacrificio, la sobriedad, la austeridad, la humildad, compañerismo, la amistad, la alegría, la fe, la perseverancia ante la adversidad y la confianza en sí mismos.
Dieron ejemplo del respeto a la autoridad y Lionel Scaloni hizo gala de una sana autoridad. Todos cultivaron la disciplina respetaron el liderazgo positivo.
Entraba a la cancha quien mejor estaba o quien mejor podía cumplir una función para el equipo: privilegiaron el mérito por sobre el amiguismo, y nadie se sentía ofendido.
Al contrario, quien quedaba afuera alentaba con todas sus fuerzas, y eso disparaba el valor del amor propio para superarse y poder asumir la revancha cuando les tocara.
Pero al mismo tiempo, el líder hizo entrar a todos a la cancha. Todos deben entrar en la cancha para que proyecto cierre para todos y SEA de todos. Nadie sobra, todos son necesarios. El valor de la inclusión y la participación. Nada de recelos, exclusión ni marginación, ni discriminación.
El respeto al compañero fue un Norte. Tratarse bien en todo momento. No hubo peleas, dimes y diretes, disputas de cartel ni derechos adquiridos. Internas… Siempre las declaraciones de los jugadores y el DT, y sus actos, mostraron sensatez, sencillez y sentido común, nunca intentaron inventar atajos o genialidades, frases supuestamente correctas. Por el contrario, sólo confiaron en su planificación, su esfuerzo y la contracción al trabajo y las ganas y el hambre de progresar.
Cuando fueron agredidos, sacaron la actitud de hombría sin bravuconadas. Garra, actitud, esfuerzo, coraje, despliegue, dientes apretados, pero con juego limpio, sin violar la ley, con respeto por el otro.
Cuando las cosas venían mal, no se derrumbaban en el pesimismo ni en el derrotismo, ni buscaron excusas, la culpa nunca fue del otro, sino que sacaban a relucir su resiliencia. Confiaron en sus armas y no en la destrucción del contrario.
No dieron nada por ganado ni por perdido. Revisaban errores y volvían a empezar. Pasó entre partido y partido, y entre minuto y minuto de un mismo partido. La adaptación al cambio sobre la marcha no los perturbó. Sintieron motivación por la superación.
Los goles en contra, las adversidades momentáneas, fueron el incentivo para ponerse en movimiento. Supieron desde el comienzo que su enorme talento debía ser apuntalado, ayudado, fundamentado, por los grandes valores humanos de siempre. Esos que siempre, al final del camino, garantizan el triunfo y la gloria.