Pasan los años y la grieta de nuestra sociedad se sigue profundizando. En medio de una pandemia que nos enfrenta a una dura cuarentena, que agudiza las diferencias personales, es fundamental reflexionar sobre lo importante que resultaban las formas para poder achicar la brecha y tender puentes. Lamentablemente hoy la grieta sigue tan abierta que en algunos casos comienza a parecerse más a un abismo que nos divide.
Esa grieta se respira en la calle, en el colectivo, en el trabajo, en el supermercado, en todos lados en definitiva. Y también dentro de nuestras familias. Es un dato de la realidad y no se puede negar. Existe. Y nunca va a dejar de exisitir. Podrá achicarse pero nunca eliminarse por completo.
Siempre se nos ha planteado que su existencia es algo negativo. Sin embargo, podemos resignificarla al tomar de ella su parte positiva. Así, si a la grieta la entendemos como diferencia, en el sentido que somos distintos unos de otros, la miraríamos con otros ojos y no tendría ya nada de malo, pues es evidente que somos todos diferentes, ya que la distinción es una característica propia del ser humano, en donde reside la riqueza de cada uno.
Estas diferencias, tan características del ser humano, pueden acercarnos o alejarnos del otro. Es por eso que el problema no reside tanto en la existencia de las diferencias, sino que el problema se encuentra en que hacemos con ellas: si las aceptamos, respetando que el otro es distinto (física, intelectual y emocionalmente) o no las aceptamos y queremos imponer nuestro punto de vista, nuestro sentir o nuestra forma de pensar.
La aceptación de estas diferencias es un trabajo difícil y de todos los días, pues la vida nos enfrenta diariamente a esta realidad que muchas veces nos duele o nos incomoda. Dependerá de nosotros qué hacemos con esta realidad, si la aceptamos y la transformamos en algo positivo o si nos resistimos a ella y alimentamos esa división.
La experiencia de la pandemia del COVID-19 que afecta a todo el planeta es sin duda algo extraordinario, no solo por ser algo que probablemente muchos de nosotros vivamos una sola vez en la vida, sino porque puede ser una oportunidad única para intentar superar nuevos desafíos como sociedad y como familia.
Esta pandemia nos obligó a encerrarnos en nuestra casa y a convivir con nuestras familias, todos juntos, las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana, por un periodo de tiempo que nunca antes habíamos experimentado. Es sin duda, un gran desafío.
Aquellas personas que logren desarrollar mayor resiliencia, aceptaran antes la realidad, entenderán que esta nueva realidad tiene un profundo sentido y demostraran una increíble capacidad para improvisar. De nosotros depende, elegir aceptar la realidad y lo que nos toca vivir o resistirnos a ella.
Muchas veces lo que se ve como algo negativo es una oportunidad, un desafío para profundizar más en el camino interior para conocerse más y amar más. Sin duda se preferirá que las cosas fueran diferentes, pero a veces lo que parece negativo resulta positivo, y a la larga ayuda a salir del letargo en que se puede estar sumergido y enfrentar así a los miedos.
Hoy parece vital hacer un esfuerzo para tratarnos con más amor, tenernos mucha paciencia y aceptar (que no es lo mismo que tolerar) cada día un poco más, nuestras miles de diferencias. Quizás las formas sean la clave para atravesar esta pandemia que nos toca vivir, de la mejor manera posible.